Una mujer muy hermosa de Bor estaba en el río cuando un señor la vio. Le pareció tan bella que le pidió la mano y se casaron, con una condición de la joven: nunca podría entrar en la sala de hielo de la cueva. Vivieron felices y tuvieron hijos. Un día que ella no estaba el marido entró en la sala prohibida. Cayó desmayado y al despertarse se encontró en la entrada de la cueva, pero quiso entrar y no pudo. Nunca más volvió a ver ni a su esposa ni a sus hijos.
Otra leyenda dice que la reina de la Fou de Bor se puso de parto y acudió a una comadrona de Bor: si después de asistir el parto no se hubiera lavado las manos, todo lo que hubiera tocado la comadrona se habría convertido en oro, pero se las lavó en el arroyo. Pecó de limpia.