Había una joven criada, llamada Poneta, que servía en casa de los señores de Isòvol. Todos los días tenía que cruzar el río con un botijo en cada mano para ir a buscar agua buena de la fuente.
Càntir cantiret (Cántaro cantirillo)
Raja dolç i raja estret (Mana dulce y mana estrecho)
Sigui aigua de la bona (Que sea agua de la buena)
De la font del Mollaret (De la fuente del Mollaret)
Como el Segre tenía crecidas repentinas, cada año desaparecían arrastradas río abajo una o dos criadas de esta gran casa. Poneta no quería que le ocurriera lo mismo. Además, tenía otro problema: la iglesia estaba lejos y no podía cumplir con el precepto dominical.
Dirigió sus súplicas al Señor y al cura sin conseguir nada. Entonces, un viejo cazador de rebecos le dijo que se lo solucionaría poniéndola en contacto con el príncipe de las tinieblas.
-Te haré un puente y una iglesia antes de que cante el gallo -le dijo el demonio- pero a cambio de un salario justo, que será tu alma.
Concluido el pacto, el demonio se puso a construir el puente y la iglesia a toda velocidad.
La doncella, que era más lista que un hurón, cogió una lámpara de aceite y fue al gallinero. Los gallos, creyendo que se hacía claro, cantaron como cada mañana recibiendo el nuevo día. El demonio, que estaba casi terminando el campanario, cayó avergonzado por haber sido burlado y lo dejó sin terminar.
La leyenda termina aquí; pero hay una moralidad más cercana que podría ser: “No hay que engañar ni al mismo diablo”, ya que las aguas del río se han trasladado más al sur y el puente se encuentra en secano, y el campanario, que aún existe en la actualidad, construido con tubos, parece realmente una venganza del demonio.